Es un vino que nace de manera fortuita, fruto de un misterio aún por resolver. Complejo, larguísimo. Motiva tanto la meditación en solitario como la conversación en compañía.
De la variedad palomino al 100%, este vino cuenta con un proceso de crianza biológica en sus inicios, aunque menos que el amontillado, para pasar luego a crianza oxidativa.
Con unos 12 o 14 años de crianza mediante el sistema de soleras y criaderas en botas de roble americano. Su graduación alcohólica es de 19% vol. y se presenta en botellas de 75 cl.
Se puede degustar solo, para apreciar todos sus infinitos matices, o junto a un buen habano. De todos modos, marida perfectamente con la cocina tradicional, siendo un excelente acompañante para cocidos y estofados.